Aquella parte de la
ciudad que estaban recorriendo era muy distinta al barrio de los ricos que
habían dejado atrás. Era como si hubieran pasado de un mundo a otro. En lugar
de las anchas y limpias calles que había en Villa Bella, aquí había unas calles
estrechas, oscuras y mugrientas. Los edificios eran bastante altos; sin
embargo, la gran mayoría estaban construidos de una madera que se veía bastante
desgastada y mugrosa. Los techos estaban tan cargados de nieve que daban la
impresión de que, de un momento a otro se derrumbarían, y en el aire había una
extraña mezcla de olor a huevos podridos, excrementos, sudor y tabaco.
Definitivamente aquel no era un buen lugar para vivir, y así lo demostraban las
personas con las que se cruzaban por la calle, todas vestidas con ropas muy
desaliñadas y sucias, o cuando alguien abría la ventana para vaciar el cubo con
la porquería diaria en medio de la calle.
Tras una larga
caminata, alcanzaron el final de un callejón oscuro y sucio, donde se erguía
majestuoso el único edificio construido de piedra en aquella parte de la
ciudad. Era mucho más alto que los demás inmuebles, también más extenso; aunque
estaba igual de mugriento y ni siquiera se podía ver el interior por las
ventanas. Un enorme cartel colgado sobre la entrada indicaba que se trataba de
una fábrica de botas.
«Qué lugar más extraño
eligieron los asesinos como guarida», pensó Valiant.
Tobías se acercó a la
entrada, y con la mano hecha puño golpeó varias veces la pesada puerta de
madera. A la altura de su cabeza, se abrió una pequeña ventanilla por la que
asomó el rostro de un hombre. Llevaba una capucha roja y apenas se le notaba la
barbilla y el brillo de sus ojos.
—¿Quiénes sois y qué
asuntos os traen aquí? —les preguntó con un tono de voz rudo y frío.
—Dile a Falkor que
Igor Baltschik quiere verlo.
El hombre les arrojó
una mirada siniestra antes de retirar la cabeza de la ventanilla y cerrarla con
un ruido sordo. Mientras se iba alejando de la puerta, el sonido de sus pisadas
disminuyó hasta desaparecer del todo. Pasaron algunos minutos durante los
cuales nadie dijo nada. Todos esperaban volver a escuchar el ruido de pisadas
que les indicara que el hombre estaba regresando. Pero eso no ocurrió, y se
llevaron un buen susto cuando la puerta de la casa se abrió de repente, y
vieron que no había nadie detrás para abrirla.
Fragmento del capítulo 29 (La historia del halcón de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes descargar el prólogo y los cuatro primeros capítulos, gratis, en este enlace: http://laforjadeleyendas.blogspot.com.es/2015/07/capitulos-gratuitos-de-mis-dos-novelas.html
Si te ha gustado este artículo, sígueme y comparte. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario