(...) La nieve estaba cayendo con más y
más intensidad conforme avanzaba la tarde, cubriéndolo todo con un espeso manto
de color plateado. El cielo sobre Gromhildar había amanecido gris aquel día, y
aunque faltaban un par de semanas para la llegada oficial del invierno, lo que
iba a ser una nueva lluvia otoñal se convirtió de repente en la primera nevada
del año.
Los mozos del
castillo habían encendido todas las chimeneas para espantar el frío, pero aun
así Lugkok no conseguía entrar en calor, y en esos momentos no creía que
volvería a sentir calidez alguna vez, pues su alma estaba congelada por dentro.
«Llegará aquí de
un momento a otro. De un momento a otro...», se repetía una y otra vez dentro
de su cabeza. Casi de manera obsesiva.
Estaba plantado
frente a la ventana de sus aposentos, con la cama en un lateral, la puerta
detrás y la chimenea a su derecha. Desde allí tenía una vista perfecta de la
cúpula de la catedral de Luten, en esos momentos vestida totalmente de blanco,
en cuyos tejados solían asentarse siempre que hacía buen tiempo las palomas y
los gorriones de la ciudad. En alguna ocasión se había quedado allí, en su
ventana, mirando las aves correteando de un lado a otro, peleándose por unas
migas de pan que traían en el pico desde la plaza. Lo hacía sobre todo cuando tenía
que pensar y necesitaba tranquilidad para ello. Y en esos momentos tenía muchas
cosas en las que pensar. «Demasiadas cosas en las que pensar.»
El día había
amanecido gris para él desde muchos aspectos, no solo desde el punto de vista
climático. Lo supo cuando a primeras horas de la mañana llegó un cuervo con una
nota enrollada alrededor de la pata. Su padre era el único de todo el reino que
había adiestrado cuervos en vez de palomas, búhos u otras clases de aves para
llevar mensajes, así que supo desde mucho antes de desenrollar la nota que su
contenido no podía traer nada bueno. Y raras veces se equivocaba en algo concerniente
a su padre.
El mensaje era
claro y conciso, escrito con mucha prisa, por lo que se le había grabado en la
mente desde la primera vez que lo leyó:
“En vista de lo
ocurrido con Lady Ayleen, he decidido viajar a Gromhildar y encargarme
personalmente de tu fracaso. Hablaremos de tu incompetencia en cuanto llegue
allí”.
Su padre era el único
hombre que conocía capaz de atemorizar a alguien con tan solo un par de frases.
Le había enviado la nota desde Merath, un pueblo que estaba a menos de un día
de viaje de Gromhildar. Según sus cálculos debería llegar a la ciudad hacia el
atardecer de ese mismo día. «Y en cuanto llegue querrá saber cómo ha escapado
Lady Ayleen, a dónde ha ido, y cómo es posible que aún no la hayamos
encontrado», se dijo a sí mismo.
(...)
Fragmento del Capítulo 24 (El gorrión enjaulado) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes descargar los cuatro primeros capítulos gratis aquí: http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz
¡Muy bueno el fragmento! :D
ResponderEliminarSaludoooss
Muchas gracias :) Un saludo!
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