El sumo sacerdote Jules Klatu
caminó en silencio entre las hileras de hombres y mujeres que atestaban la
Catedral de la Luz Sagrada, y no se detuvo hasta estar frente al altar donde
descansaba el cuerpo sin vida del viejo Rey Arnthor Nomenglaus, el cuarto de su
nombre.
«Menuda pérdida
de tiempo», se dijo a sí mismo Vladimir DeMordwell, siguiendo con la mirada al
sumo sacerdote. Bajo el brazo sujetaba el Compendio Sagrado de la Luz, el libro
más importante de la fe de Luten, en cuyo interior se hallaban las oraciones
que por tradición los sacerdotes leían para despedir a los muertos. En este
caso el hombre al que estaban a punto de despedir era un rey; así que el sumo
sacerdote de Andorath, el religioso de mayor rango que existía en cada capital
de provincia del reino, era el encargado de llevar a cabo el funeral, bajo las
miradas de las más de mil personas que habían acudido a la catedral.
En su gran
mayoría eran nobles del Consejo de Justicia o personas de alto estatus social,
que recibieron permiso para entrar en la catedral y presentar el último adiós
al que, durante cincuenta años, había sido el soberano de Aldaeron. Fuera, por
toda la ciudad y sobre todo en los alrededores de la catedral, había cientos de
miles de hombres, mujeres y niños que se habían echado a las calles invadidos por
la tristeza de la muerte de un gran rey.
«La fe de Luten habla de humildad, respeto y
pobreza, pero el sumo sacerdote está vestido en oro, seda y rubíes», pensó Vladimir
DeMordwell disgustado, viendo la túnica de seda color blanco, ribeteada con
hilillos dorados que formaban llamaradas centelleantes, que llevaba Jules
Klatu. Era tan larga que la parte de abajo estaba ennegrecida de tanto
arrastrarla por el suelo, pero no importaba; las joyas estaban alrededor del
cuello y en la cabeza, donde llevaba una mitra dorada con adornos de plata y
oro en forma de soles, así como rubíes color fuego incrustados en la
superficie. En la mano derecha tenía agarrada con firmeza una vara de oro, tan
alta como un hombre y tan hermosa como los rayos del amanecer tras un día
tormentoso. Además, Vladimir observó tres grandes anillos de oro con rubíes de
color esmeralda, cobalto y escarlata en los dedos de la mano que sujetaba la
vara.
Fragmento del Capítulo 21 (Una vida termina y otra empieza) de
Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth. Puedes descargar los cuatro
primeros capítulos gratis aquí: http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz
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