De la parte más alejada de la calle se empezó a escuchar el ruido de unos
pasos, que fueron creciendo en intensidad poco a poco, hasta que un par de
hombres vestidos con chaquetillas sencillas de cuero marrón, calzones de lana y
botas de tacón con polainas aparecieron delante de la taberna. El que
encabezaba la marcha era mucho más alto y corpulento que su acompañante, tenía
una expresión adusta reflejada en el rostro y sujetaba un pequeño bastón en la
mano derecha. Abundante pelo negro y mojado sobresalía por debajo de su
sombrero de copa, y en el cuello lucía un colgante de plata con una mano
esquelética rodeada por una serpiente.
El segundo hombre tenía una mirada expectante y
parecía bastante preocupado por algo. Se comportaba de un modo que indicaba que
nunca antes había estado en un barrio marginal como aquel. Las ropas que lucía
tampoco concordaban con su aspecto. Era bajito y rechoncho, aunque tenía una
pose de noble que se le notaba sobre todo al caminar, y bajo su bigote poco
poblado torcía la boca con desagrado ante el aspecto del lugar. La lluvia le
había empapado la ropa, de modo que parecía estar a punto de reventar por culpa
de la presión que ejercitaba en su barriga la camisa de lino que llevaba por
debajo de la chaquetilla.
Wegenald no se movió ante la aparición de esos dos
hombres, aunque ahora tenía la mirada enfocada en ellos.
—Curioso lugar para una reunión —escuchó decir al
hombre más bajito, cuando él y su acompañante llegaron frente a la taberna.
—El lugar ideal —afirmó el otro. Tenía una voz mucho
más ruda—. ¿Nunca antes habías estado en el barrio de los Ladrones?
—No—respondió el primer hombre—. Mis anteriores
visitas a Andorath fueron hace mucho tiempo, y me han llevado a otras partes de
la ciudad muy distintas a esta. De todos modos... —añadió, echando un vistazo
alrededor de la calle—. Parece que tu maestro se está retrasando. ¿Dónde está?
—Más cerca de lo que crees —susurró Wegenald.
Los dos hombres giraron bruscamente para buscar el
origen de la voz. El
tono que había empleado al hablar les debió erizar los pelos en la nuca a
ambos. Algo que Wegenald notó en sus rostros azotados por el miedo y la
impresión; algo que le causaba un enorme placer.
Fragmento
del Capítulo 15 (El Pacto) de Leyendas de Erodhar 01 - La Vara de Argoroth.
Puedes descargar los cuatro primeros capítulos gratis aquí: http://cosminstarcescu.wix.com/leyendasdeerodhar#!empezar-a-leer/cogz
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